«La hija oscura», una oportunidad para hablar de la complejidad de la maternidad.

El otro día vi una entrevista al escritor chileno Alejandro Zambra y hablaba de su novela «Poeta Chileno». En este profundo y conmovedor libro aborda la temática de «la padrastría»; señalaba su interés de construir un relato desde el afecto en este vínculo paterno filial que no es sanguíneo; mientras no hay relato, decía » sólo te queda construirte a ti mismo desde la excepción lo que es muy duro…. es desolador…»

La escritora italiana Elena Ferrante, libro en que está basada la película «La Hija Oscura» (mismo nombre del libro) habita en casi todos sus libros la ambivalencia respecto al rol materno. Sus protagonistas mujeres/madres con deseos, se someten en sus distintos relatos a una batalla interna entre ser mujer o madre, entre tener una carrera profesional, libertad, ocio, una vida sexual placentera o renunciar a esos espacios por sus hijas (casi siempre son hijas). Me gusta cómo escribe, sus novelas suceden en lo cotidiano; y el final es un punto arbitrario que podría estar casi en cualquier parte del relato, no hay grandes desenlaces, no hay respuestas certeras, ellas, sus mujeres, se equivocan, reparan y dudan constantemente.

Algunas se permiten cruzar la calle y vivir la maternidad desde la otra vereda, desde la vieja paternidad: ausentes por estar disfrutando, descansando o trabajando, ausentes y distantes por completo. Estas mujeres/madres, se quedan habitando ahí un rato, experimentando, pero teniendo que ocultar ese goce al cruzar de vuelta la calle, porque a diferencia de la paternidad donde encontrar el goce lejos de los hijos siempre ha estado permitido, en la maternidad ha sido castigado por siglos.

Así pasa en la película al ver a esta madre que abandona. El abandono es un secreto a ocultar, una mancha en la historia de Leda, la protagonista, algo que sólo puede ser develado al ser interrogada por Nina, la abrumada madre de la niña a quien Leda le roba la muñeca, surgiendo a través de la película una identificación mutua y una complicidad entre ellas.

Podemos dejar el foco puesto ahí, pero Leda es querible y llena de matices, por lo mismo, ampliamos la luz y la pregunta que surge es quién abandona a quién. Ella abandona, pero ¿no fue ella abandonada por un marido, una sociedad, una madre que la dejan sola en la crianza? No sólo lidiando con sus hijas, sino que con todos los fantasmas de su infancia que se despiertan con la maternidad: al ser madres, volvemos a ser hijas.

Desde ahí su decisión ya no parece tan lejana, alocada y ajena. ¿No queremos todas en algún o en algunos momento salir arrancando de la tarea agotadora de la crianza? Vuelve la risa a ella cuando hay visitantes y se vuelve a encontrar con fragmentos de ella; Leda, que se veía perdida en la casa y en la crianza, al saber que va a irse se vuelve una madre presente y lúdica.

No tengo respuestas a esto, solo preguntas: ¿No sería más sano para todas movernos entre tonos de grises? ¿En zonas intermedias entre la renuncia propia y el abandono físico o emocional de los hijos? ¿Podremos cruzar a ratos a la vereda del frente, vereda ya ganada y caminada como mujeres antes de la maternidad? ¿No nos abandonamos nosotras mismas, al esperar que otros «nos den permiso» para cruzar, descansar y encontrarnos con fragmentos de nuestra antigua identidad?

El tema es que la calle se vuelve un río caudaloso si como sociedad seguimos idealizando a la madre y creemos que con su amor ella todo lo puede. Si seguimos pensando que criar a un hijo es como cuidar una muñeca, es decir, un objeto que cuando yo deseo me acerco a él a atenderlo, que lo puedo dejar en un sillón sentado y quieto durante horas (idea de infancia de muchas jefaturas durante la pandemia frente al teletrabajo). Todos podemos cuidar una muñeca, se necesita de muchas manos para cuidar a un sólo niño.

Por eso el robo de la muñeca en la película es tan significativo, es el robo de la idealización de la maternidad; lo tomo como una provocadora invitación que hace Leda a la madre de la niña, pero también a todas las mujeres madres, una invitación a que hablemos y expresemos nuestras ambivalencias, a que no nos vivamos nosotras mismas como una excepción.

Ps. Marzia Jabbaz Zuffi

Psicóloga Centro SerMujer

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