Existen un sinfín de cambios biológicos y psicológicos que ocurren en el puerperio. El cuerpo y mente de la madre se preparan para acoger, cuidar, abrazar, proteger a esta cría que ha salido desde sus entrañas.
¿Qué pasa entonces cuándo, por diversas razones una madre debe enfrentar el nacimiento de su hijo, y al mismo tiempo el duelo de un otro significativo (madre, padre, pareja, hijo, etc)?
Por un lado, está el mandato biológico y social que llevan a esta madre a acoger a su cría, a darle amor, explorarla y cuidarla. Al mismo tiempo, está este otro mandato biológico e íntimo, propio del duelo, de recogerse hacia sí mismo, de conectar con el dolor todo poderoso que conlleva la ausencia de un ser querid@. Entonces, ocurre que por un lado está el duelo que abraza con un frío intenso, cuando debes dar calor, que te lleva a viajar por los parajes más recóndito de la de la mente, cuando tu cría te necesita en el presente y en el encuentro.
El amor está en ambos procesos, pero mientras en uno invita a abrazar y acoger a través del cuerpo y la mente, en el otro invita a soltar y desasirse del objeto amado, a dejar atrás la posibilidad de volver a abrazar, de miradas cómplices o conversaciones profundas.
¿Cómo lidiar con esto?
Lo primero es tener claro que ambos procesos son importantes, y que cada uno necesita su espacio para ser vivido. Ninguno excluye al otro. Para esto, es elemental la red de apoyo, el núcleo social, de familiares, amigos, vecinos, cercanos, profesionales que permitan y ayuden a generar las condiciones para que esto ocurra.
Al revés de lo que hemos aprendido, el dolor no es algo que haya que ocultar, muy por el contrario, muchas veces este necesita ser gritado a los 4 vientos para ser escuchado y abrazado por otr@s que andan por ahí atentos a los llamados de la manada.
Una madre en duelo necesita ser abrazada, arrullada, al igual que su bebé, para permitir que esta metamorfosis que implica tanto el duelo como la maternidad pueda ser vivida de manera amorosa.
Al mismo tiempo, es importante promover y permitir que esta madre pueda tener espacios íntimos y de encuentro con su bebé, y que más allá de su dolor, pueda conectar con las necesidades de su hij@.
Algunas sugerencias para la madre en duelo:
1) Permítete llorar y expresar tu dolor en la presencia de tu hij@. El dolor no es malo. Intenta explicarle con tus palabras lo que sientes a este bebé. Tu dolor, no excluye la expresión de amor y cariños hacia tu bebé.
2) Permítete también tiempos en solitario, o en la compañía de alguien que te pueda acoger.
3) Intenta tener un espacio al día o a la semana, para pensar, escribir, orar, sentir a tu ser querido que partió. Puedes encender una vela, con una foto, y sacar afuera lo que estas sintiendo. Luego te despides y cierras ese momento.
4) Rodéate de personas con las cuales te sientas acogida. No te aísles por ningún motivo.
5) Reserva un momento del día para contemplar con consciencia plena a tu hijo o hija. Mirarle, olerle, escucharle, tocarle, de tal forma que puedas ir descubriendo a este ser maravilloso que te ha enviado la vida. En lo posible, lleva un registro de eso que vas observando.
No temas nunca mostrar tu dolor, o intentar que tú bebé no se de cuenta de lo que estas viviendo. Nuestros sistemas nerviosos se conectan igual, y de alguna manera este bebé conectará con tu dolor, pero no entenderá por qué.
Si sientes que este camino se hace muy difícil, pide ayuda. Muchas madres en duelo pueden llegar a deprimirse, lo que termina por desconectarlas de su hijo/a. Esto es crucial y requiere ser tratado.
Si conoces a alguna madre que pueda estar pasando por esto: no dudes en ofrecer ayuda. Hazte presente, facilita que ésta pueda expresar sus emociones contigo, que diga lo que siente y que muestre sus inquietudes. Si ves que está aislada y que no quiere recibir ayuda, soliciten la atención de un profesional especializado en salud mental materna.
Ps. Alejandra Silva.