por la psiquiatra Karina Toledo
Hoy no les hablaré de lactancia desde el punto de vista médico, ni de sus ventajas o composición. Es bien sabido que la lactancia tiene múltiples, pero hoy vengo a contarles mi experiencia con la lactancia, tanto como madre y como profesional de la salud mental perinatal.
Soy mamá de tres, y mi experiencia con la lactancia y la maternidad ha sido diferente en cada caso. Fui mamá por primera vez hace 12 años. Poco sabía de lactancia en ese entonces, lo que uno aprende en la carrera de medicina es muy poco, y lo que se escucha de la mamá y la abuela. Mi mamá siempre cuenta que ella tuvo “poca leche” y que pudo amamantar solo 3 meses.
Con mi hija mayor pude dar pecho un largo tiempo. Pasé por grietas, dolor y mastitis. Logramos la lactancia exclusiva, pero sufrí por las molestias, el cansancio, y el no saber si lo estaba haciendo bien. Muchos me decían “dale mamadera” o “te usa de chupete” y “todavía sigue con el pecho si ya está grande”. Nunca tomó mamadera; cuando yo no estaba, le daban leche con cuchara y después, más grande, otros lácteos. Apenas yo llegaba del trabajo se pegaba a mi pecho y, ya más grande, acercaba un pisito para subirse y mamar. Terminé agotada, aunque no me cuestioné quitárselo. Se destetó sola casi a los 4 años.
Cinco años después nació mi segundo hijo. Decidí partir sacándome leche y darle mamadera para no estar tanto tiempo con el pecho. Seguía sin saber mucho de la lactancia, pero fluyó más fácil. Tenía más ayuda con la mamadera. No fue un tema para mí en ese momento, ya que tenía a mi hija con 5 años y un bebé. Se destetó a los 6 meses solo y siguió con mamadera y fórmula. Ahora me cuestiono mucho eso, ya que a los 2 años y medio fue diagnosticado de autismo. Me pregunto si le hubiera dado más pecho, ¿sería diferente? Creo que no, pero es imposible no culparse o cuestionarse.
En 2022, cinco años después de mi segundo hijo, nació mi hija menor. Sin planificarlo, llegó a este mundo. Con ella, la lactancia fluyó; se acopló desde el primer día y hasta ahora no la suelta.
Recuerdo en el primer control con el pediatra, a la semana de nacida, cómo el médico me felicitó porque tenía “buena leche” ya que subió de peso. Me pregunto, ¿qué hubiera pasado si mi hija no hubiera subido de peso? ¿Sería mala mamá, tendría mala leche, me habrían retado? No me sentí bien con ese comentario.
La lactancia es agotadora. Consume mucha energía, además de la presencia y carga mental al tener dos hijos más. Claramente, el apoyo es fundamental, pero muchas veces uno no lo tiene. O, si el padre de tus hijos está presente, no lleva la misma carga que llevamos nosotras las madres.
En mi última lactancia siento que es un momento impagable. Se calma, se acurruca, pide “teta”. Es mi última hija, ya no volveré a lactar, así que trato de aprovechar cada segundo, aunque en ocasiones no quiera o esté cansada.
La lactancia, el dar pecho, no es solo alimento. También es cercanía, cariño, seguridad. No es la única forma de generar el vínculo con el bebé, pero sí es una de las formas principales.
Lógicamente, la lactancia debe ser decisión de la madre con toda la información disponible, respetando y apoyando en lo que decida, sin forzar. No me hace mala madre no haber dado pecho o haber dado solo 3 o 6 meses.
En mi práctica clínica he visto muchas madres agobiadas durante la lactancia, sufriendo y obligándose, así como otras que viven el duelo de no poder lactar. Cada experiencia es diferente, y lo más importante es que una como madre esté bien para que tus hijos estén bien.