Dos Lactancias

En mi primera cesárea, entré muy asustada a pabellón. De hecho mi recuerdo es oscuro, la sensación somática de ser tironeada. Yo sentía como si me estuvieran sacando un puma de adentro, un guepardo, que después fue el animal favorito del Bauti, yo decía, me duele, me dueleeee!!!! , me decían, esto no duele! Y yo, terror; me retraje en mi cuerpo, me fui lejos, me fui de la escena, me sedaron, se apagan mis recuerdos, despertar, confundida, mi niño hizo apego inmediato con su padre, el Nicolás, al lado mío siempre y al lado de él cuando yo me recuperaba. A partir de eso nada fue como yo esperaba. Ni siquiera recuerdo nuestro primer encuentro.

Motivada como madre primeriza, tenía muy claro que el inicio de la lactancia era crucial. Me dolía todo, me sentía partida en dos, muy cansada. Mi guagua era enorme, dormía, no tomaba el pecho. Con mi hermana le echábamos agua en la frente a ver si despertaba. No me bajaba la leche, nada seguía el guión estudiado. Tampoco yo me sentía feliz ni maravillada, solo un gran cansancio, una expectación, miedo. No fue mejorando con los días, llegar a casa, intentar intentar dar pecho, no acoplarse, sentirme mala madre, no sintonizada. El sostén de mi familia, de mis hermanos. Levantarme y pensar que llegara luego la noche, que la vida era un tren que me había dejado abajo. Relactar, cables con leche, todo pegote, mi guagua con relleno, con relleno feliz él y yo sufriendo. Considerar si estaba deprimida. Noches en vela. Leer sobre lactancia en medio de la noche. Decidir finalmente soltar, soltar soltar, fue la mejor decisión de la vida. Soltar el tema de la leche.

Recuerdo preguntarle a Nicolás como al mes de intentos frustrados, si acaso estaba de acuerdo con que no amamantara a nuestro hijo, que estaba sufriendo mucho y el alivio al sentir su apoyo, no juicio, sentir, él no piensa que soy una mala mamá!! Maravilla!!!, comenzar a dar relleno, disfrutar la maternidad, dejar de esforzarme tanto, empezar a sentir amor por mi hijo. Mis amigas, sus consejos. “Tú dale que de repente te vas a enamorar”. Recuerdo ese día, acostada en mi cama con el Bauti al lado, y de repente sentirlo, me dije, esto era! Esto es!! Esto es el amor que uno siente con sus hijos!!!!!!! Desde ahí el goce se fue tomando la escena, salir, pasear, ser felices, caminar, ir a la plaza, compartir. Es la mejor decisión que pude haber tomado, dejar de dar leche. Significó que pude disfrutar de mi maternidad y construir un vínculo desde el goce, que se mantiene hasta hoy y sigue creciendo.

Después, vino la Jacinta. Desde luego quise que fuera distinto. Le advertí a los doctores y todo aquel que me quiso escuchar que me sentí muy mal en mi primera cesárea y quería algo diferente. Parto normal no pude, así es que tuve que hacerme el ánimo de entrar a pabellón otra vez, de nuevo con el Niki acompañándome en lo que necesitara. Esta vez no me recluí profundo en mi cuerpo buscando evadirme, no lo necesité.

Entré a pabellón y todos me dijeron su nombre y me dieron un besito en la frente. La anestesista manejó mi dolor y náuseas sin sedarme. Nicolás escuchó todo lo que necesité decirle para distraerme un poco, cariñoso, que esta vez fue contarle el trayecto desde la casa a mi trabajo en Puerto Montt, con los nombres de las calles. Me tranquilizó pensar eso, me tranquilizó que todos estaban ahí para nosotros, y cuando la Jaci nació, me la pusieron encima en seguida, porque era mía, mis manos desamarradas, pudieron sostenerla, pudo acercarse a mi pecho y quedarse ahí por tanto tiempo, por 28 meses exactamente, que duró nuestra preciosa lactancia.

Mi recuerdo de mi segunda cesárea es luminoso, rosado, feliz. Un inicio de lactancia exitoso, no exento de dificultades pero desde la validación del equipo médico, de la pediatra, de mis amigas, de mi asesora de lactancia, de mi familia, de mi marido, fuimos superando. Sufrí por tener que complementar al principio, y fui aprendiendo de a poco que no hay dogmas, que cada lactancia y proceso es distinto, que lo mejor que podemos hacer, y lo que experimenté en carne propia es validar, sostener, acompañar, ahí el proceso se va dando, esa maternidad se va desenvolviendo, desarrollando, desde el amor, la confianza, el compartir, la tribu.

Agradezco ambas experiencias. Me han llevado a tener un entendimiento amplio de las mujeres con que trabajo y con quienes me encuentro como psiquiatra, escucharlas desde un lugar muy intimo y muy fraterno.

Son dos historias, tan distintas!! Dos historias de amor, con un final feliz.

Dra. Mariana Hepp

Psiquiatra perinatal equipo Centro SerMujer

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