Abrazar la Maternidad

Este año tomé la maternidad de la mano. En un proceso esperado y planeado con mi pareja, ilusionados y nerviosos por la vivencia.

Este año tomé la maternidad de la mano, pero la vida decidió que este encuentro esperado lo emprendiera desde la pérdida.

Viví los síntomas de las primeras semanas, sorprendida por la rapidez de los cambios y la necesidad de conectar con mi cuerpo; de reconocerme de a poco distinta, nerviosa e ilusionada. Tuvimos nuestra primera ecografía con expectativas compartidas y personales, expectativas que se frenaron de golpe al escuchar la frase “embrión no visibilizado” y un silencio de esos que te detienen y te enfrentan a ser protagonista de situaciones que no anticipamos.

Nos dijeron que esperáramos dos semanas, que no había claridad y que no lo contáramos aún; que hiciéramos una vida «normal». Lo dijeron en un tono amable, pero hoy me resuenan la poca contención de esas palabras. Recuerdo salir de ahí agobiada porque no sabía qué sentir, ni cómo sostener la incomodidad que me agobiaba y llegué a mi casa intranquila y muy angustiada.

Así esperé dos semanas, semanas intensas y desafiantes, muy agotadoras emocionalmente, vividas de manera ansiosa pero muy acompañada y esperanzada, pues aún tenía síntomas y una ilusión tremenda.

Volvimos con nuestras expectativas, pero ahora asustados, y al ver la imagen de la ecografía, acompañada de ese mismo silencio nos dicen que hay un embrión, pero rápidamente nos aclaran que no tiene latido. Pero mencionan que el saco ha crecido y la aparición del embrión es algo. Lo miro con cariño, pero ese silencio de los especialistas y de los latidos limita mis esperanzas. Nuevamente nos piden esperar dos semanas, frente a lo que me detengo, exijo, aspecto que reconozco me cuesta, y pido tener una opinión en un tiempo más acotado. La espera y la incertidumbre me tienen agotada, y me reconozco ansiosa ante una situación que me tiene totalmente abrumada.

A los pocos días converso con un doctor, me dice que las probabilidades son muy altas de un aborto retenido y que espere para hacer una ecografía que permita aclararnos, nuevamente me plantean dos semanas, y ante ello pido que sea esa semana. Lo pido, para saber qué sentir, para saber qué pasa, para darme respuestas y poder saber qué ocurrirá con esa preciosa vida que con tanta incertidumbre, yo sigo sintiendo en gestación pues las hormonas, los síntomas me marean física y emocionalmente.

Esa misma semana tuvimos la última ecografía que nos confirmó que mi embrión dejó de crecer, se detuvo en su tamaño, en el tiempo y en sus latidos.

Me preparo para vivir mi pérdida gestacional, a soltar esa preciosa alma que ha partido de mi cuerpo, y agradezco estar familiarizada profesionalmente con este concepto, pero me reconozco insegura e inculta en muchos aspectos y aun cada día me sorprendo de la delicada complejidad que siento.

Me siento confundida por la inconsistencia del tabú que rodea el duelo gestacional frente a la realidad de las estadísticas y su alta frencuencia, y en momentos no logro comprender cómo tantas mujeres lo han vivido sin referencias, y el daño que no visibilizar nos genera. Me cuestiono la repetida frase “esto es normal”, no logro ver la normalidad de esto, pero sí visualizo su alta prevalencia. Comienzo a encontrarme con experiencias y relatos de mujeres que lo han vivido, y en ello encuentro la manera de dar forma y canalizar esta vivencia, agradezco sus palabras, sus experiencias y emociones compartidas.

Y así, día a día, lo estoy viviendo; tuve que detenerme y mirarme, priorizarme en tantos sentidos que muchas veces se hace complejo. Un día, apoyada por otras mujeres y la contención de mi pareja decidí cuidarme, cuidarme como cuidaría a otros en este estado, decidida a validar mi angustia, permitir mi pena y transitar esta tremenda experiencia.

Hoy escribo de y desde mi propio duelo, a modo de agradecimiento por esos relatos que logré encontrar, historias de diferentes y diversas mujeres que compartiendo su experiencia me permitieron validar la mía. Desde mi experiencia espero poder aportar a otras mujeres, acompañarlas con mis palabras, como otras lo hicieron conmigo.

Así me encuentro en este proceso, lleno de emociones que suben, bajan y todavía buscan acomodarse en este nuevo cuerpo que ha vuelto físicamente a como estaba antes de vivir todo esto, pero que no es el mismo. Confío en esta pequeña vida que comenzó su camino de gestación conmigo y que ya no me acompaña, pero sí me ha entregado su energía, para mirarme, aprender y compartir con otras la experiencia vivida. Comencé este camino sintiendo que tomaba la maternidad de la mano, pero hoy a pesar de no tener esta linda vida junto a mí, desde lo difícil y lo intenso siento que la maternidad me abraza.

Ignacia Smith
Psicóloga Clínica
Equipo Centro SerMujer

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